martes, 26 de julio de 2011

Carpe Diem

He de confesar, que lo que para muchos el inicio de la semana supone un sacrificio casi depresivo, para mi, es toda una liberación cuando dejo al churumbel en la guardería. Sé que a lo mejor por ello, no soy una madre perfecta. Qué decir esto quizás suponga renunciar, voluntariamente, a la entrada en el selecto club de las entregadas, pusilánimes y abnegadas mamás. Pero es la verdad. Liberada y llena de ideas para planificar el día; las 7 horas que pasa el canijo fuera, es como sufrir un espejismo en la llanura de un desierto: fugaz y efímero. Pero esta breve e intensa sensación de libertad me sorprende de nuevo para darme cuenta que a pesar de no recordar cuando fue la última vez que me tomé una tarde libre o, sencillamente, estar quince minutos sin hacer nada, absolutamente nada: Carpe diem, vive el momento, aprovecha el momento. De los 420 minutos de soledad marental, cada hora, cada segundo, cada minuto pienso en mi pequeño polluelo. Deseosa que llegue el minuto 419, para escuchar la voz gritona, puntiaguda y escandalosa de mi bebe que suena como eco reflejado a lo largo del pasillo que va desde el ascensor a la entrada de casa. La emoción de sentir la alegría y el alboroto de mi niño por el pasillo, no se puede igualar a nada: experimentarlo es indescriptible. Corro hacia la puerta a toda velocidad para abrirla y recibir, -al igual que si se tratara de un semidiós-, de cuclillas y con los brazos abiertos a mi pequeño Pavarotti. Y la imagen es insuperable. Sonrisa de oreja a oreja; abrazo fuerte, lleno de besos. El silencio taciturno, de la mañana, deja de ser afónico para dar paso al jaleo grandioso de mi parlanchín.Y pienso: Carpe Diem. No dejes que el presente se te escape de las manos; haz todo cuánto puedas para no perder el preciado instante de amar, de aprender, de ir más allá, de crecer como persona y de no dejar que la vida se te pase sin detenerte a reflexionar en lo que le da su verdadero significado: mi pequeño canijo de las "foles". ¿Será que el amor amorfa la identidad?

miércoles, 20 de julio de 2011

El cónclave del Parque. Pacto entre caballeros y otras reflexiones.

El parque que hay justo al lado de casa, bueno: la plaza con dos columpios, un caballito balancín y un amasijo de hierros, o aparato gimnástico, compuesto de dos grandes argollas de madera natural sujetas por dos correas de cuero y una barra fija. Resultan ser la composición lúdica que forma este "peculiar" "mini-mini-mini parque". 

No hace falta ser muy avispado/a para darse cuenta que en este "parque/plaza", los conflictos de juego por competencias de espacio son, y serán evidentemente palpables, visibles e inevitables. Pese a ser conscientes de tal hecho, nos arriesgamos a pasar un rato para complacer la martilleante tozudez-evitando con ello una severa cefalea- de Bruno por montar en los columpios.

Compartiendo espacio con niños/as de 5 a 6 años en el parque, Bruno, a pesar de ser un enano al lado de gigantes, y sin mostrar el mayor atisbo de miedo, susto o congoja se interesaba por los juguetes y juegos de los próceres del parque pues les resultaban ser más novedosos e interesantes que los propios. Deambulando de acá para allá. Curioseando y explorando todo. Pero, jugar, lo que se dice jugar con sus iguales, con otros niños de su edad, nada de nada. Con lo cual, os podéis hacer una idea de como Bruno se estaba convirtiendo en un elemento perturbador difícil de ignorar para el desarrollo del juego del cónclave infantil.

De repente, como si se tratara de un equipo de jugadores de baloncesto: reunión para planificar estrategia de juego. Objetivo: despistar y sortear al enano entrometido. Reunidos, emulando a la mesa mítica de Camelot, con sus brazos dispuestos en el hombro del contrario y sus cabezas gachas cuchilleando sibilinamente, como atajar y resolver con inteligencia colectiva, la intromisión en sus juegos del pequeño invasor. 
Finalizada la sesión extraordinaria del corrillo de nobles mortificados. El cabecilla del sarao, un moreno retaco de unos 6 años, fortachón, rechoncho, listillo y espabilado, se dispuso a manifestar las conclusiones y el fallo de la sentencia a la que habían llegado en la mini asamblea. Dando un paso adelante, gira su cabeza al lado derecho, localizando a Jose (padre de la criatura que iba a pasar a ser juzgada y condenada). "¡Señor!"Dice el morenito fortachón. "¿Si?" Contesta el Papá. -Mientras, yo, la madre del acusado, sigo la jugada desde la retaguardia. Impasible, perpleja, estupefacta, deseosa por saber cual sería el decretazo.- Continúa diciendo el regordete: "Verá. Querremos seguir jugando al fútbol. Pero como el parque es muy pequeño y el niño va por todos los lados. Lo que haremos será jugar con cuidado de no darle un pelotazo." El padre beligerante, y ansioso de socialización contesta: "Vale. No hay problema." Yo, no estando en absoluto de acuerdo con aquella propuesta, miré al padre con mirada asesina advirtiéndole que nada del pacto se iba a resolver con éxito pues cada niño/a tiene su tiempo para adquirir el sentido de colectividad, compromiso y ley distributiva. Sino al tiempo.
Efectivamente, al cabo de 5 minutos de juego Bruno iba a ser atropellado por el tsunami gordinflón pedante del parque. Lógicamente, el pacto entre caballeros lo rompí dando un soberano chillido. Conteniendo, eso si, cualquier tipo de blasfemia. "¡¡¡CUIDADO CON EL NIÑO!!!" Sin poder evitarlo, mi cabeza, al igual que Regan MacNeill (niña de la película "El Exorcista"), se volteó, dirigiendo mi mirada parricida hacia mi queridísimo, para soltarle: "Los niños/as, al igual que los políticos/as: NUNCA CUMPLEN SUS PROMESAS. Además, no entiendo el empeño por querer interactuar. ¡¡YA TENDRÁ TIEMPO!!"
A raíz de esta historieta surge una reflexión personal sobre la obsesión de muchos padres, la mayoría de las veces impuesta por nuestros familiares, o al menos este es mi caso, de la obligación de llevar a los niños pequeños a los parques con la idea de que es bueno que se relacionen con otros críos. Conclusión que no se de donde  la sacan. Además, para mí supone un reto: mi relación con los parques infantiles se asemeja a la de  Jesulín con Belén Estebán, IM-PO-SI-BLE. Por no ir a un parque infantil: ¡¡MA-TO!!. Los parques infantiles me suelen poner bastante nerviosa. Pero...no me queda otra.
Me pregunto por que los/as progenitores estamos empeñados en que nuestros hijos, desde bien temprano compartan, dejen,  presten y se relacionen si por lo general, en la mayoría de las ocasiones, lleva a la frustraciónenfado o llanto del niño. Y si esto acaba así es de sentido común pensar que los niños a estas edades no están preparados para esta interacción social. Es tan simple como pensar; ¿los adultos compartimos, dejamos, prestamos?
Una observación. Una pareja llega al parque, con su hijo de 2 años, el cual lleva su juguete favorito, un coche. De repente otro niño reclama el juguete del pequeño. No es extraño  escuchar como los padres incitan al niño a compartir, a que se lo preste, a que se haga amiguito del otro niño. Y el pobre niño estalla en un llanto, seguro de rabia e impotencia. Pero, ¿dejaría su padre, o su madre, su bien más preciado a un desconocido? Por ejemplo, su ordenador portátil. O su magnífico coche. Seguro que no se lo prestaría a nadie, mucho menos a alguien a quien no conoce. Esperamos que los niños hagan cosas que nosotros como adultos jamás haríamos.
Creo que no hace falta que los padres hagamos nada, la socialización vendrá sola. Debemos aprender a RELAJARNOS. Llegará el día en que los niños/as vayan al parque y busquen a sus iguales, y será entonces cuando no les importe dejar su pelota, compartirla con otros niños para así jugar juntos, o intercambiar un juguete, porque definitivamente entenderán la ventaja del trueque. 
¿Y yo? ¿Superaré mi fobia a los parques infantiles? Quizás les tenga tanta aversión porque no tuve una  socialización temprana. ¿Soy demasiado individualista? O es que pretendo proteger a Bruno de posibles luchas y batallas sobre los derechos de propiedad de un coche, de un rastrillo, de una pala... ¿Excusas? Creo que esta labor se la voy a encomendar a mi queridísimo.









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