martes, 27 de marzo de 2012

Sin pelos en la lengua

¿Tiene usted pelos en la lengua? Esta era la pregunta con la que Evita Dinamita sorprendía a la audiencia del programa de la mañana de los 90´. Esta frase, que sonaba tan grosera cuando algún hogar era el afortunado de la llamada, me ha hecho pensar, sin devanarme los sesos, ni forzando meninges, que existe cierta similitud en el uso de la frase de la Sra. Dinamita con el discurso que utiliza mi  retoño de Mayo una vez que se apodera del teléfono. Esto es: decir frontal y francamente lo que piensa sobre un tema, en particular, o en este caso en una conversación tan descabelladamente e ilógica como son las que él mantiene al teléfono. De repente te puede estar hablando de lo que está haciendo en ese momento; como que de repente puede empezar a cantar. O como el otro día, que quería, por narices, introducir una foto por el auricular del teléfono para que la viera su Tata. (A lo mejor así se inventó el Fax. No lo sé.) O tocar las teclas del teléfono, a la vez que habla: "Ta- Pia-piiaapiapaa-Ta-Piaapaaapiii-Ta-ta..." ¡Qué arte! Le encanta. Puede ser, ¿que se esté comunicando con algún ser de algún planeta con vida "inteligente"? Quizás, para él, esta tierra, o mejor, este planeta, por no herir susceptibilidades, se le queda pequeño. No lo creo. A ver si un día me encuentro en la terraza de casa círculos y líneas misteriosas mientras aparecen luces en el cielo; como en la pelí de Mel Gibson sobre extraterrestres, "Señales". No lo creo: primero tendría que tener un maizal. Sin esto, es imposible cualquier tipo de comunicación extraterrestre. Y menos de invasión.
En fin, dejando a parte el circunloquio sobre ciencia ficción, y retomando el tema sobre los usos que del teléfono hace "Crispin Jander", decir que también suele echar mano de la "suplantación de discurso". ¿Qué es esto? Pues se trata, de una técnica usada por los ventrílocuos de la que nos hemos apropiado mi queridísimo, y yo para esos momentos de...."¡Niño, di algo! ¡Qué tu abuela está esperando!! Mientras  vas chivándoselo todo, y el nieto hace de papagayo, tú sostienes el dichoso teléfono apretándolo fuerte contra la oreja del menudo para evitar que se lo quite, lama, curiosee, esconda, tire, o simplemente se cruce de brazos y cierre la boca como si se la hubieran cosido. Y a la vez, lo agarras con la otra mano para atraparlo sin oportunidad de salir pitando. Os dais cuenta, ¿qué divertido, relajado y espontáneo es hablar por teléfono en mi casa? 
Ahora que como lo pilles en uno de esos días en los que casca hasta por los codos; que no mete lengua en paladar. Que el crío esta espléndido, desprendido, desatado en el uso de la palabra. Esos días son, desternillantes.
No hace mucho tuvo uno de esos días. Un familiar llamó a casa. Lógicamente preguntó por el canijo.
"Y, ¿Bruno?"
"Aquí está sentado viendo los dibujos. Bruno, ¿quieres hablar?"
"Si".
Rescata el aparato, al igual que el testigo en una carrera de atletismo, para dar paso al hilarante espectáculo.
"...Bien. Me lo he comido todo. Ya estoy durmiendo solito en la cama grande."
Contestaba de forma coherente. Nada absurdo. Espontáneo. Con mucho ánimo de conversar: algo que me sorprendió, la verdad. Aunque en el fondo sabía, que de un momento a otro soltaría el disparate. 
"Si. Yo soy un niño grande. Igual que el primito, el tite y la tita. Yo duermo con Mickey, Bob, Dora..." La Trinidad Peluchil, la llamo yo. 
Ya se le iba notando como la conversación, cada vez, le iba interesando menos. Se iba despintando más y más...
Quise poner en práctica la estrategia de "suplantación del discurso", pero no tuve lugar."¡Bruno! ¡Bruno!" Le reclamaba la persona que estaba al teléfono. "¿Qué has hecho hoy en la guardería?"

SSSSSSSILENCIO... 

Bruno, ni parpadeó. Estaba petrificado ante la televisión. ¿Estaría registrando algún tipo de fenómeno paranormal en la imagen estática de la tele? ¡Madre mía! Era igual que la niña de Poltergeist: " Ya están aquiii-iii..." ¡Escalofriante!
¿Bruno?
El pequeño Uri Geller, me mira como si estuviera hipnotizado, o mejor, idiotizado. Por un momento pensé que iba a doblar una cuchara. O me iba a decir los número de la Primitiva o el Euro-millón. Extiende su mano. Se va acercando a mi mientras le dice a la persona que esperaba hablando por teléfono como una descosida: " Bueeeno, te la paso...."

Así, tal cual. Con estas cuatro palabras dio por finalizada la conversación. Sin pelos en la lengua. Sólo basta imaginar la situación en la que uno tiene un pelo en la lengua: que dificulta la pronunciación por la molestia que ocasiona. Sin pelo, se pueden decir las cosas con absoluta claridad.
Lo que Eva Dinamita preguntaba, Bruno perfectamente hubiese contestado: " Esa es mi frase favorita. Yo no tengo pelos en la lengua..."
Debo aprender más de mi canijo y quitarme esos pelos que a veces molestan TANTO...

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