jueves, 16 de julio de 2015

EL COCHE DE ATRÁS


Salía del centro comercial, la Navidad estaba próxima y era mejor ser previsora evitando así esas grandes colas que todos los años, por la pereza que hoy había conseguido superar, se chupaba en las compras de Pascua. 

Con paso ligero, pensando en todo aquello que le faltaba por hacer, recorría el gran pasillo, que iba a dar al inmenso y abarrotado garaje, para recoger su coche y salir de allí como alma que lleva el diablo. Apurada. Aprisa. Al galope, recordando aquella filosófica frase del personaje de Lewis Carroll, el conejo blanco, en Alicia en el País de la Maravillas cuando le decía: "Si conocieras el tiempo tan bien como yo, no hablarías de perderlo". ¿¡Perder el tiempo!? Ella ignoraba qué era eso, a pesar de que siempre se quejaba de no tener ese tejado donde mirar las estrellas. Casa, hijos, cuidar de estados de ánimo ajenos, ¡es agotador! Pero en su vida era lo que le tocaba; no podía permitirse que el tiempo  se escapara como agua entre los dedos. 

De repente agitó su cuerpo de un latigazo intentando con ello espantar esos pensamientos que lo único que hacían era distraer la mente. Abrió la puerta del coche, lanzó las bolsas que llevaba al asiento trasero, y puso la llave en el contacto para iniciar la marcha. 

Ya en carretera, parada en un semáforo, dirige su mirada hacia el espejo retrovisor delantero y allí, en ese coche de atrás, apareció esa imagen, esa escena, ese cuadro salido de la mano de Hopper que le hizo, (retomando, de nuevo, esos pensamientos distraídos), preguntarse por esas caricias olvidadas,( pretéritas), y que a veces la vida nos retira, sin querer o queriendo, de aquellos momentos almibarados que antaño nos sonrojaba las mejillas. 

En aquel coche de atrás se respiraba amor: las miradas de sus ocupantes parecían estar coronadas por el cuarto movimiento de la Quinta de Malher. La ternura con la que se acariciaban, la delicadeza que destilaba aquella estrofa alegórica, parecía querer ser proyectada sin censura, (cual bandera que hondea al viento coronando un país, juzgando que también existe un tiempo donde la persona amada no es siempre intangible y ajena), para dar un paseo por la nubes en cualquier rincón o espacio del Planeta.  

Sentía cierta amargura, incluso cierto deseo honesto por la suerte de poder hacer público tanta pasión, tanto placer. Dos lágrimas recorrieron sus mejillas y un pensamiento: 


                       "Quizás el amor pasa con demasiada rapidez no siendo justo permitirlo 
                                     ¿ O a caso fue creado para existir sólo un instante ? 


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